jueves, 24 de enero de 2008

Minero en el Chiflón del Diablo

Sin más protección que unos bototos de seguridad y un casco, los mineros se adentraban en las oscuras profundidades de los chiflones.

En los albores de la actividad, el trayecto que recorrían los mineros desde la entrada de los piques hacias las venas de extracción no eran tan extensos, sin embargo, conforme el paso de los años, esas distancias se multiplicaron tanto que los obreros del carbón perdían horas en llegar al lugar de trabajo.

Injustamente, los turnos comenzaban sólo cuando el minero empezaba sus faenas, todo el tiempo perdido en el trayecto era obviado por los patrones.

Este fue uno de los muchos motivos que provocaron que la industria carbonífera se fuera transformando en un negocio de escasa rentabilidad.

En la imagen, un minero luchando contra la dura roca, en la penumbra del socavón. Es imposible ver el cuadro y no rememorar un pasaje de la novela Subterra, de Baldomero Lillo:

"(...)No se detuvo sino cuando se halló delante de la vena, a la vista de la cual su dolor se convirtió de pronto en furiosa ira y, empuñando el mango del pico, la atacó rabiosamente. En el duro bloque caían los golpes como espesa granizada sobre sonoros cristales, y el diente de acero se hundía en aquella masa negra y brillante, arrancando trozos enormes que se amontonaban entre las piernas del obrero, mientras un polvo espeso cubría como un velo la vacilante luz de la lámpara.
Las cortantes aristas del carbón volaban con fuerza, hiriéndole el rostro, el cuello y el pecho desnudo. Hilos de sangre mezclábanse al copioso sudor que inundaba su cuerpo(...)"


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Foto: Abraham Mena C.

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